Visita al Museo de Cerámica de Triana, en Sevilla. Aula de Patrimonio ETSA de Sevilla, y de la mano de uno de sus arquitectos, Miguel Hernández Valencia.
He tenido el privilegio de disfrutar de una visita única al todavía no inaugurado Museo de Cerámica de Triana, gracias a la iniciativa del Aula de Patrimonio ETSA de Sevilla, y de la mano de uno de sus arquitectos, Miguel Hernández Valencia de AF6 arquitectos, estudio que ganó el proyecto de realización del museo.
El motivo de este post viene dado por su directa relación con la creación de nuevos espacios museísticos. Y como en este caso se trata de un ejemplo que he podido ver de primera mano, he querido traerlo a nuestro blog y relacionarlo con el temario del Máster de Museología y Museos, y más concretamente con la Arquitectura de Museos.
Para ponernos un poco en contexto sobre el origen de este espacio, nos introduciremos indicando que el principal objetivo del proyecto ha sido recuperar el legado de la producción cerámica del barrio de Triana. Así las cosas, se ha visto la necesidad de recuperar la antigua fábrica de cerámica de Santa Anta, en funcionamiento hasta fines del siglo XX.
El conjunto cuenta hasta con siete hornos de cocción cerámica, pozos de agua, molinos y depósitos de pigmentos, talleres y almacenes. Durante las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo se han podido recuperar hasta otros ocho hornos más, constatándose que dos de ellos fueron utilizados hasta fines del siglo XVI.
El principal objetivo del proyecto del Museo de Cerámica y Centro de Interpretación del barrio de Triana, que es como más nos ha gustado llamar a este espacio, ya que por un lado está destinado a la conservación, investigación y difusión de la cerámica, siendo funciones fundamentales de cualquier institución museística, también destaca por conservar un espacio destinado a la interpretación de los recorridos turísticos de este barrio, que se denomina “Aquí Triana”; pues bien, como decíamos el principal objetivo con el que se ha llevado a cabo el proyecto ha sido el máximo respeto a las estructuras de la fábrica y la integración de la misma en el recorrido del propio museo, así como también el respeto absoluto al entramado histórico urbano donde se encuentra ubicado.
Esta es la esquina del museo, en el que por un lado está la fachada de entrada que conserva los azulejos propios de la antigua fábrica y tienda de cerámica, y el muro que da a la calle. Se conserva así la fachada, que además se exige por ley. Los paramentos del muro que limitan con la calle son totalmente neutros en blanco y presentan varios vanos. Como veis ni un ápice de ostentación.
He aquí la zona de entrada donde nos encontramos de lleno con los hornos en el centro y alrededor los espacios donde se ubican las salas del museo. El acceso hasta esta zona se prevé que sea libre, para que cualquier viandante pueda entrar sin necesidad de tener que acceder al propio museo. Como nos decía el arquitecto se ha intentado respetar al máximo la estructura de los hornos, de forma que si se quisieran volver a utilizar podría ser posible. Dentro de la misma dinámica de respecto al espacio fabril, este espacio de entrada aparece sin cubrir, lo que puede pensarse que debería haber sido considerado a la hora de recibir a los visitantes y resguardarlos de las inclemencias del tiempo; sin embargo, ha prevalecido la conservación del espacio original.
A partir de aquí la visión de los paneles decorativos que apantallan los muros exteriores de las salas es casi una constante en todo momento. Se convierten así en la seña de identidad del museo.
Se trata de una subestructura de acero galvanizado de formas rectangulares vacías, en cuyo interior se han depositado conjuntos de piezas cerámicas con forma de dodecaedro al exterior. Las hay de cuatro tamaños distintos. Y el número de piezas en cada espacio se ha realizado teniendo en cuenta la necesidad de recibir mayor o menor luz natural hacia el interior.
Toda la planta baja se configura en relación al entramado laberíntico dirigido por el conjunto alfarero. En esta parte expositiva, el visitante podrá ver espacios antiguos de la fábrica y salas en las que se dará a conocer el proceso de elaboración de la cerámica. Esta planta queda así definida e integrada también por una tienda y un nuevo taller cerámico.
De forma que podremos ver los hornos de cerámica y restos arqueológicos.
Pudimos ver también las salas de exposición de la planta baja con paneles retroiluminados, aún sin la información ni las piezas que se expondrán.
Desde el lado opuesto al acceso principal, se encuentra la otra parte del patio con más restos fabriles y la vista del nuevo taller de cerámica.
Para subir a la primera planta, que se ha diseñado como una estructura independiente de la de abajo, es preciso volver a la zona de ingreso al centro para subir por una escalera o bien coger el ascensor.
Subimos y llegamos al vestíbulo donde nos encontramos hasta siete accesos que llevan a los distintos espacios museísticos.
Hay hasta cuatro salas con recorrido rectangular y en recodo desde la entrada, en las que se expondrá cerámica desde el medievo hasta el siglo XX. Se podrán ver importantes colecciones privadas como la de Carranza, hasta piezas de titularidad municipal que se encuentran en museos públicos de la ciudad.
Como veis las salas están iluminadas con luz artificial, es en los pasillos que llevan de una a otra sala donde nos encontramos la luz natural que penetra a través de las cristaleras y la estructura metálica con la decoración cerámica.
El arquitecto nos comentaba que este espacio podría ser utilizado también como lugar de exposición, si bien nos ha parecido más interesante la idea de dejarlo de espacio de tránsito donde el visitante pueda tomar contacto con el exterior contemplando de nuevo los espacios de la fábrica, que no deja de estar presente en prácticamente todo el recorrido por el museo.
No me he podido resistir a poner esta foto por aquello de la “ventana indiscreta”, en la que mientras atraviesas las salas del museo ves también las viviendas particulares de alrededor y hasta a los vecinos en sus azoteas.
A través de una de las salas, tenemos acceso al exterior mediante una suerte de pasarela en madera que nos acerca hasta una calle peatonal de viviendas de un fuerte carácter popular y trianero. También desde aquí podíamos ver la polémica torre Pelli.
Volvemos de nuevo al vestíbulo y tras pasar esta zona de tránsito:
Llegamos al espacio de exposición de “Aquí Triana”, en el que hay una ventana que da a la calle San Jorge. En la sala continua hay otros vanos hacia la misma calle.
Como colofón el arquitecto nos llevó hasta las cubiertas del edificio desde donde pudimos apreciar estas vistas con la torre “Pelli” al fondo:
Desde aquí me permito agradecer de nuevo la oportunidad de realizar esta visita al Aula de Patrimonio ETSA de Sevilla y a Miguel Hernández.
Carolina Verdejo Otero
Tutora y coordinadora del Máster de Museología y Museos
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